¿Sin locura, no habría literatura? Es una pregunta que siempre ha acompañado el misterio de las mentes que escriben. Sin embargo, todos quienes alguna vez hayan usado la pluma en un momento de inspiración total, coincidirán en que escribir es un arte tan extenso como el universo y tan desconocido como el mismo. La literatura implica imaginar, construir, desmantelar, dar vida y matar, sufrir y llorar como si de la vida propia se tratase. Y este proceso resulta fatigoso para la mente y la cordura de cualquier autor.
Cuando nos adentramos al maravilloso mundo de las letras no topamos, de forma inevitable, con el tormentoso mundo de los autores. Pocos han sido los que han logrado una vida plena y estable. Existen incluso ejemplos de autores que necesitan cierta dosis de desolación para lograr llegar a su momento de inspiración. Y muchos jóvenes, apasionados por también inmortalizar sus ideas en el papel, tratar de replicar las acciones de sus "ídolos" para comprobar si se tienen los mismos resultados.
Esto no es cosa ligera. Por tomar un ejemplo, el moderno y famoso Charles Bukowski, no podía estar sobrio si lo que quería era escribir. Sin embargo, pronto su vida se dejó llevar tanto por el vicio, que ya casi nunca pudo dejar de beber, hasta el día de su muerte.
Algunos escritores no salen de casa por meses. Cuando Gohete escribió su inmortal Werther, confesó que se enclaustró por meses en su habitación, viviendo como sonámbulo y totalmente entregado a su libro el cual, no necesito corregir ni una sola vez. Pero su vida nunca pudo tener estabilidad emocional, quizá si económica por sus diversos talentos. Pero nada mas, murió solo y apenas amado. Como muchos otros.
Podríamos mencionar a muchos genios inmortales, Kafka, Poe, Rimbaud, Hemingway entre otros, que no soportaron el peso de su genialidad, o mas bien no pudieron manejarla, y terminaron consumidos y sin esperanzas de una vida luminosa.
Y aunque muchos escritores sostienen que en verdad necesitan esos momentos de dolor crónico, de soledad aplastante, de vicios degenerados o de desesperación, para sentirse libres en el mundo de la creación; muchos otros afirman que es en la literatura donde descargan sus frustraciones, sus miedos y sus penas, y que al terminar de escribir, se sienten libres y menos pesados que antes.
Entonces podemos afirmar que hay que tener cuidado en los caminos que tomamos para lograr nuestra obra maestra. El alejarse de la realidad es también una adicción. El humano no vive para estar escondido. Aunque el amor por escribir suele disminuir nuestra madurez social, hay que saber afrontarlo. Aprender a usar la pluma a nuestro favor.
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